Anoche en una callejuela solitaria traté de atracar al tipo que les
digo. Venía dando tumbos de lado a lado. Me le acerqué rápido y lo cogí por la
solapa del saco, mientras lo arrimaba a la pared. Preguntó qué si yo mataba a
los que no llevaban un céntimo en los bolsillos.
-Le dije que sí, aunque fuera fajado de billetes.
Procedió a deshacerse del saco y la camisa. Me mostró una mancha que
tenía sobre el corazón, por si yo llevaba revólver.
-Le contesté que no.
Entonces me señaló su costado derecho, al final de una de las costillas
flotantes, en una herida que tenía sangrante. Me dijo que procediera.
Lo hice sin compasión alguna con el arma blanca que tenía en mí mano.
Estupefacto lo miré. Seguía lo mismo. Sin decir nada siguió por el
camino que llevaba. Sí Uds. creen como yo, pudo ser Jesucristo el que me
hizo semejante charada.
-¿No les parece?