El hombre de las nieves


Todos saben del hombre de las nieves. Sus huellas reaparecieron ayer en los principales periódicos del mundo, recordándonos una leyenda imposible de olvidar. Son tan grandes, que solo pueden corresponder a un hombre gigante, tan macizo, que sentado sobre una silla, esta debería de hacerse trizas. Bueno, estas son historias que tejemos alrededor de ellas. Por mi parte no lo quiero ver luchando por la vida en las grandes ciudades, y además es probable que sí baja de las cumbres nevadas pudiera quedar convertido en un charco de agua cristalina. Sería lastimoso verlo escurrir al mismo tiempo que el calor humano vaya sembrando la felicidad y la tristeza de los homo sapiens, y sería intolerable tener que cuidarlo como cualquier recién nacido después de haber soportado durante siglos su existencia en la imaginación nuestra. Por eso, prefiero descubrir nuevamente y de vez en cuando ver sus huellas sobre la nieve, sentir que está muy cerca, sereno, mirándonos entre la ventisca de la noche inconmensurable fría, sabedor de su destino: "Andar errante por el mundo, dejándonos la esperanza que rondará por muchos siglos más, sigiloso y tranquilo". Suerte para él, en su larga existencia.

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