“La Leyenda del Dorado” hace parte de los
sueños sobre la libertad y valores altruistas que la sociedad nos ha legado, y
que refleja lo mismo que otros relatos los ideales que los europeos se forjaron
acerca de la quimera de “El Dorado” que atrajo a los conquistadores que
descubrieron el continente al que llamamos “América”, que estaba habitado por los
aborígenes y demás especies de animales y vegetales desconocidos por ellos.
Tras estos, llegaron multitudes de inmigrantes huyendo de las pestes y las
guerras religiosas en el viejo continente, en la búsqueda de nuevos sueños, motivados por las ideas de los pensadores de su época que creyeron que aquí
podían desplegar todas las virtudes de humanidad que no habían tenido. Los
otros son parte de esos sueños en relación con nuestro universo y el espacio
que nos han permitido imaginar otras vivencias que tienen respuestas a medida
vayamos sembrando los valores de convivencia y solidaridad entre los hombres en
torno a la no destrucción de nuestro planeta con la desforestación por el mal
manejo de los recursos naturales y los residuos químicos que producen los
países industrializados que han generado el calentamiento global. Ya el hombre
ha emprendido la colonización de otros planetas en el espacio sideral que hasta
ahora empezamos a desentrañar para poder así dilucidar nuestros verdaderos
orígenes, qué seguramente serán el del peregrinaje del hombre hacia la
inmensidad del cosmos, mientras conservamos nuestro planeta, pues es lo único
que tenemos para sobrevivir como vida y especie humana.
Las ambiciones geopolíticas de las
potencias también están plasmadas en estas historias, lo mismo que nuestros
comportamientos sociales por la ambición del poder y la riqueza entre
congéneres, la relatividad de nuestra existencia en el espacio, el vil negocio
de la guerra que ha creado armas de destrucción masiva, las pesadillas y
demás debilidades humanas que nos hacen peores que los mismos animales; relatos
que van desde la ficción hasta lo real, y que podemos leer como si fueran unas
crónicas. En fin, la mayoría fueron escritos aproximadamente en 1.972, a
excepción de unos cuántos en aquellos años juveniles, cuando soñábamos con un
mundo mejor del que hemos tenido que vivir. Así son estas ficciones: “Unos
sueños donde muchos de ellos se irían haciendo realidad a través del tiempo”.