La sombra


La sombra de mí sombra no es lo mismo que yo, ni es la sombra tuya ni de ningún otro u otra, sino la única parecida a la sombra de tú sombra de otro u otra. Como quien dice: "Es de todos un poco, y de ninguno también". Ella rondó a través de los pensamientos de Julio César o de Napoleón. También estuvo al lado de Bolívar o de San Martín. Acompañó a los cristianos en su cautiverio, y los siguió hasta su máximo esplendor en la edad media. Todavía nos persigue, como una sombra que no es sombra. Cuando nosotros escupimos, la sombra deja ver el esputo en el suelo. La sombra de mí sombra hace lo contrario. Probablemente se ríe, o blasfema de cansancio. Ella se escurre dentro de los libros acumulados en las bibliotecas, o en la memoria de los computadores a donde desandan los siglos en segundos. Procura no estorbar los pasos de cada hombre. Deja que meditemos y sopesemos las inquietudes actuales, y espera pacientemente nuestras equivocaciones para hacernos vibrar con su conciencia. Sabedora de nuestros yerros, nos guía por los caminos que trasegamos en la historia de la civilización. Culmina con otros nuestra etapa, cambiando día a día su forma de pensar. La sombra de mí sombra no es la misma tuya ni la de otro u otra, pero es parte de lo tuyo y de lo mío. Mientras yo río, ella escupe o está triste. Puede suceder algo diferente con la sombra de tú sombra. Pero de todas maneras ella nos sigue o nos lleva de la mano. No tiene forma ni figura. Es la mía, no la tuya.
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