La modelo y el pintor


La modelo quiere moverse. Se encuentra cansada de estar en la misma posición. Le guiña un ojo al pintor. Por la ventana se ve un día soleado. Este mueve su mano diestramente. Ella habla intensamente. Nunca le ha podido gustar la tal musiquita. Le cuenta sobre una tragedia en su vida personal. Un día que iba acompañada de un amigo dos tipos armados con cuchillos les salieron. Iban por una parte desolada de la ciudad donde solo hay rastrojo y calles que se parecen más a unos extensos potreros de arena y piedra.
-Váyase, le dicen al amigo.
-Sí, Hágalo, respondió esta.

Afuera, la dueña de la casa les golpea la puerta. Los amenaza con traer la policía. No pueden vivir en la habitación sin pagar el arriendo. Se hace el desentendido. Con la ropa manchada del óleo, solo tiene su mirada y su corazón para la modelo. Esta le contesta que le pagaran con el producto de la venta del cuadro. La música clásica que transmiten por la radio le sirve de inspiración. Unas casas se alcanzan a ver en la pintura. Ella tal y como está, ocupa todo el espacio del cuadro. Al fondo se alcanza a divisar la ciudad. La muchacha habla más duro. Trata de apagar con su voz la música.
-Sí, amor. ¡Me violaron los muy maricones!

Estira las piernas. Bosteza. Pintor boludo. Vivir del arte, es como vivir de ilusiones.
-Nos merecemos un descanso, dice por fin este.

Sale de la pieza en busca de agua, y otra vez la dueña de la casa con su cantaleta. Regresa con ella en una olleta y la pone a hervir, mientras la muchacha retoza en el colchón que les sirve de cama. El agua hierve, y otra vez se escucha cuando se riega. No saben de sí.
-Contigo me muero de hambre. Si fuera vagabunda, ganaría más.

La dueña insiste de nuevo.
-Está bien, le doy este cuadro, tan pronto lo termine.

El ruido de los carros se deja escuchar por la ventana. La noche ha llegado, y el pintor termina su obra. La dueña prefiere recibir la pintura.

La modelo y el pintor discuten. La vida sigue.