I.
Una mancha gris sigue a una luna roja hasta la claridad del día. Cuando
la tarde cae sobre la tersura roja, la luna se convierte en una mancha gris.
II.
Vienen dos lunas rojas huyendo de una mancha gris.
La una se esconde detrás de la alborada risueña, y la otra viaja por
una tormenta aciaga.
La mancha gris sigue sus huellas y les da cacería en un descanso de la
claridad.
Al instante son manchas grises.
III.
Una luna roja ilumina su rostro en el remanso que alegra la brisa. Oye
los lamentos de las manchas grises y piensa que debieron ser lunas rojas en su
juventud. Aporrea los quejidos que van por el viento y aparecen las lunas rojas
contentas del castigo a la aleve mancha.
IV.
Las tres lunas charlan acerca de la mancha y no se dan cuenta que esta
regresa de nuevo.
Un murmullo se siente en el agua.
La mancha gris cubre el líquido cristalino, y azota a las lunas con la
oscuridad terrosa.
V.
Otra luna absorbe el polen de unas rosas y lo reparte en los laberintos
de la mancha gris, que se arrincona y da paso al leve rastro de las lunas.
Ahora las lunas rojas juguetean en el remanso cristalino, y apenas recuerdan
a la mancha gris.
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